Doctor en odontología, cirujano oral, deportista y entrenador de esquí alpino y triatleta

Desde muy joven mí padre me traía junto a mis hermanos a disfrutar de la práctica del esquí en la Sierra Madrileña. No soy capaz de recordad con exactitud la primera vez que pise sus pistas nevadas.

Me vienen a la memoria momentos únicos de disfrutar del esquí alpino en la antigua estación de Valcotos. Tendría unos cinco o seis años, hace ya cuarenta y cinco años de ello.
Escuchaba a mí padre contarme como mí bisabuelo fue de los primeros esquiadores de la misma. En aquel grupo que creó el Club Alpino Español. (C.AE.) Los famosos “twenties”. Y mí abuelo Antonio, que fue Presidente de ese Club. Las primeras entregas de premios a las que acudía eran las del que fue mí club durante muchos años, el C.A.E.

En la sierra nevaba muchísimo por aquel entonces. Estas eran copiosas, y las tres estaciones (Valcotos, El Puerto y Valdesqui) tenían largas temporadas de nieve, desde primeros de diciembre hasta finales de abril, siempre con grandes espesores de ese manto blanco que amamos.

Muchos de nosotros ya no pernoctábamos, como sí lo hacía la generación anterior, en los albergues y residencias del Puerto. Otros sí seguían haciéndolo, y se esquiaba sábados y domingos sin las aglomeraciones de usuarios y de trafico que hoy conocemos.

Tuvimos la suerte de esquiar en pistas tan maravillosas e irrepetibles como el Pluviometro, Arroyo Seco, o el Teleski de Peñalara.  Se hacia mucho esquí libre como entrenamiento para las competiciones, y los palos por supuesto eran aún rígidos de madera. Los chavales subíamos a la sierra para disfrutar de esquiar en ella, no con la “obsesión” que hoy percibo en las nuevas generaciones de tener que esquiar “sí o sí” en trazados. Aquellas esquiadas nos dotaban de recursos, y todas las familias del esquí nos conocíamos. Había una sana rivalidad, y no era necesario recorrer infinidad de kilómetros (como hacemos hoy en día) para disfrutar de un gran fin de semana de esquí.

La belleza de nuestra querida sierra era infinita. Todo estaba cuidado, y la gente que practicaba el esquí era muy respetuosa con los demás practicantes.

Sin duda, todo esto ha cambiado con el tiempo. Muchos de los jóvenes de hoy no conocen las bondades de nuestra sierra. Y ciertamente es una pena. La escasez de nieve en las últimas temporadas hacen que los practicantes del esquí busquen destinos con mayor cantidad de nieve (en Pirineos o Sierra Nevada). El Sistema Central ha sido siempre el jardín de los madrileños. Nos ha permitido pasear, esquiar, y en definitiva disfrutar de la naturaleza. 

Esperemos que el futuro climático nos traiga nevadas, y podamos volver a disfrutar de estas montañas que nos apasionan.

Sin duda, que no falte el cariño y respeto con que nuestros antepasados tuvieron con ella. Debemos mimarla como uno de nuestros tesoros más preciados.

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